Abril y mayo son meses de mucho trabajo: los eventos y las visitas se concentran entre Semana Santa y el verano. Llevo tiempo diciendo en redes de que no he tenido un día entero libre desde Semana Santa -porque los días que estás visitando una viña o una conservera son días que no estás frente al ordenador, y hay que recuperarlos en sábado o domingo. Me quejo, pero no: es trabajo, es un trabajo que he elegido, y que encima me gusta. Sé que luego vienen meses más tranquilos, y fantaseo con que seré capaz de planificarme bien y no volver a este apagar fuegos constante.
Sin embargo, entre tanto estrés, este mes he conseguido leer mucho: apagar el móvil antes de cenar seguramente ha ayudado. Leer es parecido a comer verdura. Para comer (más) verdura -o en general comer saludable- no tienes que añadir ese plato a tu dieta: tienes que quitar lo que ocupa espacio innecesario. Comer menos carne es bueno no porque la carne en sí sea mala (que un poco lo es), sino porque si comes carne no estás comiendo otra cosa. Con la lectura es lo mismo: para leer hay que eliminar la carne del entretenimiento: menos móvil, menos tele, menos juegos. Al menos esto es lo que me funciona a mí -y me encanta.
Seis libros, muy variados: dos muy breves -el de Calasso y Foodification-, uno de recetas que siempre leo rápido, un ensayo muy ágil y dos tochos que ahora que lo pienso igual es por algo que acabé el mes un poco de bajona.
1 - Compré y empecé To Paradise de Hanya Yanagihara (Al paraíso, ediciones Lumen) pensando que sería otra novedad editorial que abandonaría después de 100 páginas. Hace tiempo que me he quitado todo complejo y si un libro no me gusta lo abandono: la vida es finita y no hay tiempo para leer mala literatura. Si necesitas una razón mejor que mi opinión, los derechos del lector de Pennac te pueden ayudar.
Devoré las 952 páginas en 10 días. Cada capítulo me dejaba más triste que el anterior pero necesitaba más, más, más. Palabras claves: Hawai, homosexualidad, hecatombe (esto lo he puesto solo para poner una tercera palabra con h). No apto para momentos tristes.
2 - La Storia della pasta in dieci piatti de Luca Cesari es un poco la versión de la entrevista del Financial Times a Alberto Grandi pero sin polémicas. Se lee fácilmente, está suficientemente documentado, y es un buen texto de referencia. Si no lees italiano, hay traducción en inglés, francés y alemán.
3 - The jungle de Upton Sinclair (La jungla, ediciones Capitán Swing -una edición muy bonita, por cierto) es un clásico de la literatura norteamericana. Ambientado en los mataderos de Chicago de principios del S. XX, se publicó en 1908, cuando en EE. UU. aún se podía hablar de socialismo sin acabar en la cárcel. Menos poético que Twain o Steinbeck, igual de fundamental para entender un poco más la historia compleja de Estados Unidos.
A veces La Jungla es un poco panfleto, pero siempre es duro y acertado. Vas pasando las páginas pensando "AHORA algo bueno les ocurrirá" pero no, otra bofetada de realidad en la cara de Jurgis. También te dan ganas de hacerte vegetariano, y
4 - Cómo ordenar una biblioteca de Roberto Calasso (Nuevos Cuadernos Anagrama) recoge distintos artículos breves y charlas de Calasso alrededor de los libros. Ágil, cautivador, da para unos cuantos aforismas por si quieres hacerte el interesnate en Facebook. Con Calasso tengo una relación de amor/odio -era insoportable, pero también era una persona culta, de intereses profundos y que dejó su huella en la editorial Adelphi. Tuve una época en la que compraba todos los volúmenes de La Piccola Biblioteca Adelphi, a ciegas, porque sabía que me iban a gustar.
5 - Cómo me gustaría que leyérais Foodification. Come il cibo si è mangiato le città de Marco Petrucca y Paolo Tex. Poco más de 60 páginas que sacan una fotografía perfecta, divertida, graciosa, ridícola, patética, realista, terrorífica y atroz de muchos barrios de nuestras ciudades. Es una novela breve, o un cuento largo, donde se mezclan bistrot, foodies, alcaldes visionarios, riders altruistas y gentrificación. De foodificación había hablado Beatriz Serrano en este artículo de El País ‘Foodificación’ o cómo un chuletón a la brasa puede transformar por completo la identidad de una ciudad
6 - I pani dimenticati de Rita Monasterio. Quizás el más flojo de los seis, o es que yo soy muy crítica con los libros que dicen que hablan de una cosa y luego no. Como esas newsletters que dicen que hablan de cocina italiana y luego no, ejem.
La crítica se debe a que no habla solo de panes -a ojo diría que almenos un 25% de las recetas son de dulces- y muchos no son olvidados. Que está muy bien que hable de dulces no olvidados, pero en fin, Rita, céntrate. El libro es ágil, las historias breves y casi siempre interesantes. Las recetas no sé si funcionan bien porque casi todas requieren masa madre y yo no tengo tiempo para sustentar otra vida, aunque micróbica, en mi casa. Pero cuesta poco y es bonito de leer.
Todos los libros que me gustan están en mi escaparate de Amazon. Están ahí porque es la forma más sencilla de juntarlos en un sitio, pero puedes comprarlos donde más te guste o te apetezca. Recibo una pequeña comisión por cada compra que haces a través de mi escaparate Amazon, que suelo reinvertir en más libros. Ayuden a esta drogadicta a seguir con sus dosis.
★ Una visita alternativa a Venecia, por sus islas. Descubriendo una Venecia insólita y vacía de turistas a través de sus islas
★ El 25 de abril moría Harry Belafonte -este artículo de Salon recuerda su trayectoria de activista antes que artista: I was long an activist before I became an artist. "A song of rebellion": How Harry Belafonte's dance with fame fed a life of activism
★ Y ya que estamos con Harry Belafonte, en el mismo artículo de Salon citan un momento en la grabación de We Are the World cuando Al Jarreau arranca con “Eh! Oh!” y todos empiezan a cantar Day-O. Una mención especial para Bob Dylan: las merluzas secas tienen más vitalidad que tú, Bob.
(Soy de 1973. A los 12 años vi Live Aid y We Are The World. A los 16 cayó el muro de Berlín. A los 19 terminó oficialmente el Apartheid en Sudafrica. Mis hijes en esas mismas edades han vivido la mayor crisis económica de los últimos 40 años, una pandemia mundial, una guerra cercana y más o menos el fin del mundo. Luego que por qué no están ilusionados)
★ Cómo, desde los años ‘90, se nos ha intentado decir que beber alcohol es bueno. “El mensaje importante no es que beber sea malo. Es que beber no es bueno. Son dos conceptos distintos.” Pour one out
★ A propósito de esto, parece que eso de que “Hay que comer un poco de todo” no es así. “Comer de todo con moderación”, “no hay alimentos buenos ni malos” y otras falacias de la industria alimentaria
★ El dulce tampoco, lo siento. Dulce en general, no solo azúcar: la OMS confirma que los edulcorantes no son una buena idea. La única acción razonable es acostumbrarse a comer menos dulce. El verdadero mensaje de la OMS sobre los edulcorantes
★ Otra certeza que se rompe: quizás la fruta tropical de cercanía no era una buena idea. Cómo esquilmar acuíferos durante años lleva a la invasión de agua salada (y ahora toca rellenarlos para seguir regando)
★ La carbonara de Luciano Monosilio -no estoy segura de que hacer la crema de yemas y queso al baño maría pasteurice realmente los huevos, sí bajará los riesgos. Y nada de saltear la pasta con el guanciale antes del huevo! Aquí está mi receta
#62 Los libros de mayo
Yo, que tengo un TCA como una catedral (bueno, la catedral está bajando de altura: pongamos que es como una iglesia de pueblo) sí creo que no hay alimentos buenos ni malos. Cada día más. Sí, un brócoli es más interesante nutricionalmente que un trozo de tarta. Pero celebramos cumpleaños con tartas y está bien. Y también está bien comer tarta un día horrible en el que un amigo te dice: "En 10 minutos estoy en tu casa, que esto lo arreglamos con un bizcocho". La comida no es solo salud, eso lo estoy aprendiendo ahora. Es también salud mental. ¿Voy a vivir 2 años menos por comerme la tarta? Quizá. Pero contenta. El dar connotación de "bueno" y "malo" es algo que influye en muchos trastornos del comportamiento alimentario: te tiras un montón de tiempo comiendo sanísimo y "sin saltarte la dieta" y luego, claro, te puedes comer cuatro Donuts. Porque son malos, están prohibidos, no son sanos, son el demonio y lo prohibido atrae.
Si hacemos caso a la salud corporal, pues sí: alcohol recomendado es cero (pero mira, me voy a tomar esa copa de vino, gracias); es mejor comer legumbres mínimo tres veces por semana (no conozco a nadie que lo haga: en mi grupo cercano, la carne es la que impera -no el pescado-) y sería mejor que, pastillas de B12 por medio por si acaso, tendiéramos al veganismo.
Pero también puedes aprender que no pasa nada por comerte un Donut.
Y lo mío es trastorno por atracón, pero en anorexia, todo pautado, con nutri y psicólogo de conducta o cognitivo-conductual experto en TCA, el primer mordisco al donut es lo más saludable del mundo y el donut será bueno. Qué coño bueno. El donut será Dios.
Eso es lo que pienso ahora. Lo mismo en un par de años cambio de opinión, porque yo soy de verdades inmutables y eternas que me duran un segundo.