¿Tú cómo te organizas? Yo mal, gracias.
Creía hacerlo bien: Google Calendar no tiene secretos para mí, las listas son mis mejores amigas y tengo al menos tres apps del Pomodoro. Dejo horas libres para cubrir los porsiacasos, me pongo alarmas y me concedo pausas. Trabajo desde casa y puedo gestionar mis propios horarios.
Y, sin embargo, son suficientes dos imprevistos -y normalmente hay cuatro por semana- para desbaratar todo el plan. ¿Quizás la solución sea no tener plan?1
Hace un par de semanas terminé de leer Contro Natura, de Dario Bressanini y Beatrice Mautino. Bressanini y Mautino son dos divulgadores científicos italianos que sigo atentamente en Instagram, donde han conseguido crear una comunidad alrededor de temas como los OGM, los plásticos, el maquillaje y los pesticidas, pero siempre desde la optica de cuestionar los datos, buscar las fuentes y entenderlas. No dan respuestas fáciles: dan método.
Al preparar la receta de la Tarta especiada con manzanas la semana pasada me he acordado del capítulo de Contro Natura donde se habla de la producción de manzanas. Descubrí el concepto de Variedad Club y me he asomado al mundo hortofrutícola, que desconocía por completo. No es que ahora lo conozca mucho más, sólo soy más consciente de lo poco que sé de la cuestión.
Mientras me educo más acerca del asunto me quedo pensando acerca de la idea romántica que tenemos del campo y de la huerta (la de los abuelos, la de la aldea). Idea que es fomentada en la publicidad (sólo hay que ver la masía en medio de la naturaleza de Casa Tarradellas o el alegre labriego de las conservas Carretilla) y que tiene mucho éxito entre los urbanitas. Vivimos en la añoranza de nuestros orígenes (aunque llevemos ocho generaciones habitando en ciudad) y después de haber cultivado una mata de tomates en nuestro balcón ya tenemos claro cómo debería ser la producción nacional de tomate.
Hay algo que a menudo olvidamos, creo. La elección (suponiendo que haya realmente la posibilidad de elegir) no está entre la autoproducción y las multinacionales, o entre la pequeña huerta a menos de un kilómetro de mi casa y las cerezas importadas de Chile.
Cultivar tus propios alimentos es, y pido perdón si es una idea poco popular, un hobby romántico que pocos se pueden permitir, un modelo aspiracional inaccesible a la mayoría. Quiero decir: es genial que tengas una pequeña finca y el tiempo para dedicarte a ella, o una parcela en un huerto urbano o una terraza donde poder plantar tomates y pimientos. Pero es un hobby, una afición, igual que hacer pan en casa o aprender a encuadernar libros. Hay profesionales que se dedican a eso (agricultores, panaderos, encuadernadores) y que no sólo lo hacen mejor, sino que es posible que aprovechen mejor los recursos y que el producto final tenga una relación gasto/beneficio global superior.
El desarrollo del conocimiento y de las competencias se ha producido gracias a la especialización. Por eso hay alguien cultivando el trigo, otros moliéndolo, otros amasando pasta o pan. Igual que hay alguien cultivando algodón o desarrollando fibras sintéticas, otros preparando los hilos (y proyectando y construyendo la maquinaria necesaria), otros tejiendo, otros diseñando ropa y así adelante.
La autoproducción es un entretenimiento, útil para entender qué implica conseguir una manzana -volvemos al tema alimentar-, pero no es razonable ni tampoco factible desear ese tipo de producción alimentaria. Lo que sí podemos hacer es aprender, razonar, conocer la realidad de nuestro sistema productivo y apoyar lo que nos guste y pedir que se cambie lo que nos parezca mal.
★ Estoy terminando Consider the Fork de Bee Wilson (en castellano: La importancia del tenedor, dejo el enlace a ambas ediciones porque en inglés cuesta la mitad) y qué placer de libro. Una historia transversal de la cocina a través de las herramientas y necesidades básicas: ollas (qué recipientes, con qué forma, de qué material, ha usado el ser humano), fuego (cómo hemos pasado del fuego al microondas) o comer (con qué utensilios hemos comido a lo largo de los milenios). Muy recomendable, lleno de datos y anécdotas bien presentados y sin reyes que pasan por un bar (cit.).
★ 2019 fue el año de Blade Runner y 2022 es el año de Soylent Green. Dan Meth es el autor de este gráfico de las siguientes citas con los futuros distópicos cinematográficos (vía Microsiervos)
★ The New Yorker crea tendencia con sus portadas, y en las últimas semanas he descubierto que existen también The Parisianer, The Tokyoiter, The Milaneser y
The Palermitaner. Son sólo portadas, claro, porque total nadie lee los artículos.
★ ¿Os he dicho ay que el 1 de febrero empieza Sanremo? Sólo dos veces, es necesario repetirlo: del 1 al 5 de febrero hay Sanremo. Y este año hay Fantasanremo.
★ Estamos terminando Upright, una serie australiana que tiene muchos elementos para gustarme: episodios de 30 minutos, situaciones improbables y protagonistas desconocidos (para mí). En Filmin.
★ Película de Fernando Fernán Gómez que veo, película que me atrapa. El día de Reyes vimos El mundo sigue en TCM (se puede ver en Prime) y qué maravilla. Un retrato crudo de la Madrid popular de los primeros años 60 alejado de los clichés de La gran familia.
★ Murió Edward O. Wilson, y yo sin haber leído Medio planeta.
★ Falta de atención, ¿qué hacer? Johann Hari en este artículo del Guardian va más allá de la sólita recomendación de desconectar del móvil, quitar notificaciones, etc. etc. Lo ha hecho, incluso por días seguidos, pero el beneficio es temporal. Vivimos rodeados de distracciones y alarmas y, sostiene, y hay que reclamar que se quite esta presión a toda la sociedad. Bastante arriesgado, pero hay algo de verdad.
★ Joyce Carol Oates escribe bien, pero además es activa en twitter, tiene gatos y tiene gracia. Yo la amo.
★ No me gusta la comida con caras, no me gusta la comida con formas cuquis, no me AY QUÉ MONO.
Creo que sé qué necesito: relajarme y saber desconectar. Lo intento. Un poco de meditación, por un lado, horarios de trabajo y de relax bien separados. Es que luego llega la vida y me lo mezcla todo.
También existe “The Barcelonian” 🥰