#37 Mangiando Madrid 2
Vuelta a Madrid -esta vez para conseguir mi DNI italiano: ¡misión exitosa!- y vuelta a comer italiano. Si en enero la contraseña fue PIZZA -aquí abajo puedes leer dónde fui y qué comí y qué me pareció-
-esta vez tenía claro que buscaba helado y otras opciones que no fueran pizza. Antes de seguir, una premisa sobre cómo veo, en general, lo de comer italiano en España para mí, italiana.
Hasta hace pocos años no pisaba casi los locales italianos, con la única excepción de las pizzerías, sencillamente porque casi todo lo que se proponía en los menús eran platos que podía hacer en casa (y mejor). No me estoy dando aires de gran cocinera, es que la propuesta estaba dirigida (generalizando, siempre generalizando) a un público español que sabía poco o nada del recetario italiano y que con que hubiera pesto, tiramisú y Lambrusco (no juntos, espero) estaba satisfecho.
En estos años ha habido un proceso de estratificación: primero fueron los Gino’s y los restaurantes folclóricos de mantel de cuadros, luego llegó la Tagliatella y los locales que intentaban proponer platos un poco más cuidados. Después empezaron, a mediados de los años 2000, los restaurantes de cocina regional y ahora hemos llegado a locales de cocina mestiza: productos y técnicas son italianos y españoles, sacando provecho de lo mejor de las dos cocinas.
Esto ocurre antes en Madrid y Barcelona, donde la clientela es más cosmopolita y hay una población italiana elevada (según los datos del padrón, en Madrid hay 39.642 italianos y en Barcelona 60.826, datos de 2021), pero este efecto va calando poco a poco a las otras ciudades y a las provincias.
Desde 2020 me dedico a ir a conocer locales, heladerías y tiendas italianas siempre que pueda, para poder daros mi opinión. Mis parámetros son amplios, y siempre intento explicaros el por qué de mis sensaciones. Dentro de los locales que recomiendo en el mapa hay desde “sitios que son ok para un primer acercamiento a la cocina italiana” a “sitios a los que llevaría un italiano”. El rango es amplio, y pensado sobre todo con vosotros, españoles, en mente. No es un bajar el listón, es hacer pedagogía: limitar los sitos a los excelentes no os haría ningún favor y de todas formas ¿qué quiere decir excelente?
Volvemos a Madrid
Luna Rossa (Calle Luna, 24). Empecé repitiendo sitio, pero no comida: en enero había quedado feliz con su pizza y esta vez quise probar su pasta. El plan era sencillo: convencí otras tres personas (Patricia, Marta e Inma) que sería una buena idea salir a comer contigo, así podía ver y probar más platos. Además, después de la aventura psiquedélica de Bel Mondo quería comer en un sitio mejor con Patricia y Marta. Muy el Carpaccio de ternera gallega con salsa tonnata y avellanas, y la Pizza marinara (sólo tomate y ajo) para compartir. De pasta probé mis Linguine con polipetti (pulpos pequeños del Mediterráneo), ricas y sabrosas (y eso que no soy una amante de las linguine) y eché el tenedor a los Paccheri al ragù (napoletano) de Inma. Dos entrantes Un entrante (la pizza fue invitación de la casa), 4 primeros, agua San Pellegrino en abundancia, 27€ por cabeza.
La Piperna (Infanta Mercedes, 98). Llevaba tiempo queriendo visitar el restaurante de Nello de Biase, desde cuando Dani López de O Camiño do Inglés me había hablado de un napolitano loco que hacía virgüerías en Madrid. Lo que me atraía era su ir por libre, quedando fuera de los tópicos. Ni cocina tradicional ni alta cocina o mejor una mezcla de las dos. La carta refleja justo esto, en un estilo italiano: muchos antipasti y primeros platos y algunos segundos. Con Sissa de Lindapastissa y con Silvia (con la que descubrí el año pasado compartir historias de hace casi 40 años) compartimos una deliciosa Parmigiana de berenjenas y unos fantásticos Ziti alla genovese. Ambas recetas hiper tradicionales a las que no se le podía poner ni un pero. Menos tradicionales eran los mejillones con crema de patata y los tortelli con fontina. Si os gusta el vino, es el sitio perfecto para explorar las bodegas italianas. Entrantes entre 14€ y 16€, primeros entre 16€ y 18€. Nosotras pagamos, con vino, unos 40€ por persona.
Mandarosso Madrid (Santa Ana, 21) es el desembarco madrileño de Le Cucine Mandarosso de Barcelona. Vienen a tomar el relevo del Nina Pasta Bar, cerrado desde que Adriana Restano muriera improvisamente en diciembre del año pasado. El local ha quedado casi igual -me lo comentaba Helena Vaello, que fue la que primero me contó del local de Adriana y con quien quise ir a inaugurar esta nueva etapa, a cinco días de su apertura. Two is megl che one y tres ya no te digo, así que también estaba Miriam García -el mío es puro interés egoísta: más somos más platos distintos puedo probar! En carta tienen Spritz Select, no muy común de encontrar (aquí todo lo que querías saber del Spritz). La carta es corta y variada: 7 antipasti y 10 platos de pasta -por sus redes sociales veo que van añadiendo fueras de carta. Todo estaba sencillo y sabroso -la stracciatella (el relleno de la burrata) con sardinas ahumadas, las melanzane alla cilentana (rellenas y fritas), y las pastas: unos rigatoni alla Norma bien al dente, unas orecchiette con calabacín y pecorino y unos fusilli tradicionales con salsa de tomate (en la foto). El sitio es agradable, informal y se presta a una comida sencilla y rápida. Los platos son abundante, y se puede perfectamente tomar un plato de pasta (entre 10€ y 15€) y ya. Nosotras, con spritz y agua, pagamos 27€ por persona.
Gelato Lab (Mercado de la Cebada). Helena me había dado también esta pista, y también fue un gran acierto, tanto que repetí al día siguiente. Pequeña heladería artesana en la planta baja del Mercado de la Cebada, los sabores cambian todos los días: 12-13 distintos repartidos entre sorbetes y cremas (los anuncian en las stories de Instagram). Helados muy ligeros, no demasiado dulces, que no dejan una pátina de grasa en la boca y que saben a lo que deben saber. Parece fácil, pero no lo es tanto. Yo probé un día nueces de Sorrento y Stracciatella (esta vez el helado, nata y virutas de chocolate) y el siguiente Avellana y… estaba demasiado ocupada hablando con alguien por la calle y se me ha olvidado completamente. Otra cosa que me gusta de este tipo de locales: el dueño -en este caso Christian Rosa- es quien elabora los helados y es quien está atendiendo. Es una cosa mía, no digo que eso sea necesario para que un local sea de calidad. Pero cada vez más me gustan los proyectos personales y pequeños.
Si quieres leer más acerca de helados artesanos, en este artículo del Comidista hablan de ello.
Ozo Tasty Italian Food (Mercado de la Cebada). Igual que en enero, quedé con los panepanners madrileños -esta vez no podía ser a comer pero sí tomamos un helado en Gelato Lab primero y después acabamos la tarde en la planta superior del mismo mercado en Ozo, donde sabía que podíamos encontrar un Spritz. Entre Crodinos y Spritz con Campari se hizo el brindis de la foto. El Spritz estaba rico aunque un poco subido de precio -8€ está totalmente fuera de mercado incluso en Madrid Tierra de Libertad. Quizás fuera por el toque especial de Peppe (un poco de zumo de naranja) o quizás el negocio le va bien así… Nosotros estuvimos a gusto, eso sin duda.
Junio ha sido una locura de mes: mucho trabajo y muchos viajes. De ahí este parón en la newsletter por el que os pido mil disculpas. Tengo muchos enlaces guardados para compartir, docenas de notas de ideas para iros contando. Y recetas, para la newsletter de los suscriptores de pago de los viernes. Todo eso se va a reanudar en julio: el jueves nos tomamos una semana de descanso y vacaciones, que para mí quiere decir desinstalar instagram, silenciar whatsapp y comer cosas normales en casa.
Muchas gracias por estar ahí, de verdad.