“Una persona de mediana edad” era alguien gris, en el medio, sin definir. Eso pensaba yo, antes -no sé cuándo, antes. Antes de ser una persona de mediana edad. Mi mayor terror es convertirme en esa señora que se niega en aceptar su edad, así que yo abrazo los años, me preparo para el futuro, porque vivir en la juventud (anagráfica) es estúpido e inútil.
Soy una mujer de mediana edad, e incluso un poco más, porque tampoco tengo yo intención de llegar a los 100 años. Soy realista, lo más probable es que pare antes: si cumplo las estadísticas me quedan 40 años como mucho.
Cada año que pasa descubro con una inexplicable maravilla lo que me depara el cuerpo: rodillas que duelen, el sueño más corto, los ojos que ya ven mal a todas las distancias. Y por supuesto las canas, las arrugas, la piel que flojea. Yo acepto y cuido todos estos cambios. A veces la sensación es “¿ah, ya estás aquí? Bienvenido, venga, súmate al resto”.
Yo envidio esas señoras americanas (o de algún otro país no mediterráneo) de pelo blanco, pantalón de cintura elástica y zapatos cómodos, que viajan y hacen cosas.
Cierto es que una puede tener todas las mejores intenciones que si luego se topa con Iberia da igual. Ellos mandan.
Quienes leáis la newsletter de Jorge habréis seguido la primera parte de la aventura de este fin de semana. El viernes fue él quien no pudo subir al avión -gracias a ese imprevisto pudimos improvisar una mini ruta por Legazpi. También descubrimos las bondades del Alsa a Granada (tarda 4 horas y media contra las 3 horas y veinte del AVE, y cuesta entre 1/3 y 1/4 del tren: honestamente me parece que no hay color entre las dos opciones). Si es que todo son ventajas.
Lo mejor llegó cuando, ya en Granada, llamamos a Iberia para confirmar que los billetes de vuelta sí seguían válidos. Jorge no había hecho ninguno de los dos vuelos de ida y yo, en Barajas, había desembarcado para poder acompañar a Jorge (el lema de Guitián Mayer es: si hay que estar en la mierda, lo estamos juntos). Nuestra gloriosa compañía nacional nos confirmó que no podía confirmarnos los billetes. Que en principio estaban, pero podríamos saberlo con certeza sólo 3 horas antes de la salida. Que nos quedáramos en línea para contestar a la encuesta de satisfacción, muchas gracias.
La agencia de viaje hizo su magia, pero llegados a ese punto sabíamos que estaríamos a salvo sólo cuando cerráramos la puerta de casa. Efectivamente: al embarcar en Granada, el documento que Iberia me dijo que sí valía para volar, ese mismo que me aceptaron en dos embarques el viernes anterior, de repente no era válido. Menos mal que tengo carnet de conducir español y eso (que por teléfono Iberia me decía que no era suficiente) sí valía.
Tengo varias moralejas finales, algunas no aptas para menores. Una, que ojalá hubiera un documento europeo. Otra, que quiero mucho a mi coche.
Suelo dividir los restaurantes sitios de comer entre los que son para los que vienen de fuera y los que son para los del sitio. Es una división imperfecta, me explico.
Quien viaja a la ciudad X suele querer probar las especialidades locales. Tiro de tópicos: el arroz en Alicante, el pulpo en Galicia, la sidra en Asturias. Casas de comidas o restaurantes que ejecutan el recetario de la tradición.
Por otro lado, quienes viven en esa ciudad, aun apreciando su cocina, también quieren probar otras cosas, así que tiene sentido que haya restaurantes italianos, chinos, mexicanos o de corte moderno donde se haga lo que sea que está de moda en ese momento.
Nosotros a menudo hablamos de cuánto nos gustan los locales que te dicen dónde estás, pero este no es un valor absoluto: es uno de los posibles, junto con la calidad de la cocina, o el precio, o el ambiente, o la modernez o *inserta tu discriminante preferido*. Cada uno elige los suyos, según el momento.
En Madrid nuestra fijación son las tabernas de migrantes. Los migrantes de antes y los de ahora que a veces incluso coinciden. Y las tabernas a secas, que son, por definición, de mala muerte. Sin mucho tiempo por organizarnos, un viernes a la noche, tiramos de los mágicos mapas de Jorge para hacer una incursión rápida en la zona de Delicias (o Legazpi, que no sé dónde empieza cada una).
★ Es Casa Lastra el mejor sitio de Madrid? En absoluto (y no sé quién de verdad cree que existe algo así). Pero es una taberna de luces apabullantes, mucho ruido -parece que la clientela dominicana es mayoría- y cocina abierta desde la mañana hasta las tantas. Unas orejas a la plancha a las 8 de la tarde nos devolvieron la fe en la humanidad.
★ Un poco más arriba está la casa madre de Los Tres Cerditos -la visita a Usera será para otra vez- donde pedimos demasiada comida. Tercios y empanadillas al vapor. Y jianbing.
Me guiaba por Telegram Rodrigo, un panepanner cuya mujer es china que ya me mandó hace meses un listado valiosísimo de sitios chinos donde comer y qué pedir en cada uno. “Déjate de empanadillas y pide el crepe Jianbing” -y yo soy muy de obedecer a este tipo de órdenes.
El Jian bing llegó -el mío de verdura, el de Inma de pollo- cuando teníamos la barriga ya bien llena, pero aun sueño con esas texturas: la crepe suave, la masa frita crujiente en el interior y la verdura entre medias. Abajo en el apartado recetas os dejo un par de enlaces que igual son útiles.
★ En Granada comimos de saraos -canapés, comidas organizadas y mucho alcohol. El domingo estaba cansada y quería algo sencillo y rápido: ¡una buena ocasión para poner a prueba mi mapa del comer italiano por España! Santoro Granada cumplió a la perfección: pizza estilo napolitana aunque en horno eléctrico (la masa queda ligeramente cruda, no obstante el churrusque superior). El local dentro es minúsculo, menos mal que reservé.
★ Esta semana me ha llegado veinte veces la noticia de que Mercadona vuelve a poner a la venta pasta congelada. Más allá de la gracia (y de la calidad: ¿tendré que probarla?), sabéis que muchos de estos productos que nos parecen para vagos son muy útiles para los que tienen dificultades motoras? El queso ya cortado, la fruta pelada en trozos, las verduras picadas: para alguien que no puede hacer fuerza con la mano o cortar con un cuchillo son verdaderas ayudas.
★ El Ji Dan Bing es al parecer la versión de andar por casa del Jian bing. No veo la masa crujiente, pero he encontrado este vídeo para hacer Jian bing en casa que puede dar el pego:
★ Las listas me fascinan: después de Greenaway y Perec creo que debería hacerme con este libro de Neil Packer: Unico nel suo genere.
★ Cosas de primavera: el 1 de marzo se celebra, en distintos países de los Balcanes, atándose una pulsera blanca y roja en la muñeca. Se quita cuando se ve la primera golondrina: se deja entonces colgando de un árbol.
★ Algún día tendremos que hablar de aborto. No encontré una forma más fina de enlazar ese artículo porque el aborto es todo menos fino o sencillo. Mientras, agradezco que aparezcan artículos donde no se habla sólo de culpa o de dolor, también de alivio o liberación, incluso de indiferencia. Lo importante es que esos sentimientos no queden en cuartos cerrados y oscuros y se puedan hablar a la luz del sol.
Mañana hoy ayer cumplí 49 años: celebro la entrada en mi 50° año de vida. Me gusta cumplir años, y no por los regalos o las felicitaciones: ir pasando los números me hace verdadera ilusión. Así que ¡tanti auguri a me!
(Otra cosa que me gusta hacer el día de mi cumpleaños es ser egoísta: hacer lo que yo quiera y no lo que quieran los demás. Así que contesto a los mensajes si me apetece, como lo que quiera y voy donde me apetece. Ayer pasé media jornada en la costa, comimos de pícnic en un mirador y, de vuelta a casa, me compré una planta de lavanda.)