Una mujer
Llevo desde Gastrol·lar —el congreso de cocina rural en Asturias, donde estuvimos a principio del mes en Asturias— queriendo escribir sobre un tema. Las ideas dan vuelta en la cabeza, pero no consigo hilar mucho más allá de algunas reflexiones.
Después de la ponencia de Lucía Freitas alguien me comenta: “No me gusta que use su maternidad”. Me quedo perpleja. ¿Usar su maternidad? Quiero entender lo que me quiere decir, pero de verdad que en ese contexto no tenía sentido. Freitas contó su recorrido como cocinera y en un momento comenta que no recuerdo qué cambio en el restaurante coincidió con su maternidad. Fin de la cita.
Cuando acto seguido Miguel González habla de lo importante de su familia, con tanto de fotos (en plural) de sus hijas, el auditorio se derrite.
Tengo la sensación de que, una vez más, a una mujer se le pide estar en su sitio. Un sitio que no sé bien cuál es, pero es otro. Un sitio complicado de encontrar. Debe ser amable, pero no demasiado por si resulta cursi. Centrada en su trabajo, pero no demasiado segura por si pasa por arrogante. Lo estrictamente femenino se da por supuesto y es superfluo: no queremos saber nada de sus hijos. Se le deja entrar en el juego, que en este caso es masculino, siguiendo sus reglas hasta cierto punto. Se le pide ser hombres, mientras que a los hombres ahora se les deja empezar a ser femeninos.
Y menos mal, añado.
Dos mujeres
El martes hubo la gala de las entregas de las nuevas estrellas Michelin en España y Portugal. En la foto de grupo final, a ojo hay dos mujeres sobre un total de treinta y nueve personas —y ambas como co-ganadoras junto a otro cocinero.
Algunos clamaron al cielo tildando la foto de machista, otros contestaron con el conocido argumento del “está quien se lo merece”. Hay quien pidió que no se pusieron cuotas femeninas (nadie lo había pedido) y prontamente otros reivindicaron las mujeres en la cocina. Jorge pensó bien hacer un micro comentario que al parecer trajo cola (mirad en su cuenta de twitter para más).
Al ver esa foto yo tengo la confirmación de que la alta cocina [llamemos así a ese gran conjunto de restaurantes de cierta cocina, de cierto nivel, que buscan y/o reciben reconocimientos cuales soles o estrellas y que suelen centrar las reseñas de los críticos gastronómicos] sigue siendo un lugar elitista, de alguna manera hostil y que representa parcialmente la cocina de un país. Menos mal que hay pocas mujeres. Me alegro. Porque todo ese concepto de hostelería, desde la organización de la cocina, a los platos, a quien los degusta y trabaja alrededor, es algo aún extremadamente masculino.
Masculino como concepto, a ver si nos entendemos, no porque haya muchos hombres. Es un ambiente competitivo, de nabos. Es comprensible y casi deseable que no haya muchas mujeres allí.
Quizás habría que cambiar el foco, alejar los prismáticos, y volver a hablar de cocina, de toda la cocina. Deshacer la estructura piramidal que hay —la cocina doméstica abajo, la de casa de comidas arriba, luego la tradicional, la de producto hasta llegar arriba al ápice de las tres estrellas— y considerar el ‘sistema cocina' (cibo, food) como un sistema horizontal donde todas las voces se hablan de tú a tú. Pero de verdad. Volviendo a Gastrollar, allí vi destellos de eso —pienso en la ponencia de María Busta de Casa Eutimio, o en la sesión de productoras en el campo de Ecopitas, o en el panchón de Ca'l Xabú en la última cena.
Más mujeres
Hace años habría reivindicado más presencia de mujeres allí donde estaban los hombres. Ahora, llamémosle el pasar de los años, o quizás la reflexión que muches hemos tenido durante la pandemia, tiendo a desear una mayor feminización del mundo.
Sé que estoy usando pedestremente los términos masculino, femenino, hombre, mujer. Seguro que hay una forma mejor, más correcta, menos estereotipada de decir lo que quiero decir, pero tened piedad, y hacemos que nos entendemos.
Más escucha, más redes, más colaboración, menos protagonismo, menos ganadores. Más actitud de mujer entre todes, entre ellos también.
Esta semana no hay enlaces, llevo una semana en Italia y el tiempo que he tenido para estar on line ha sido dedicado exclusivamente a contar cosas en Instagram y a escribir esto. Solo un libro, una película y una canción, imitando a
¿Qué tendrán los viejos verdes judíos estadounidenses para que me encante lo que escriben? No, en serio me lo pregunto. Si te gustan los soliloquios, la ironía y la confusión, La versión de Barney es un buen libro. Es más fácil encontrarlo en inglés que en español, me temo.
Mientras estaba en Venecia Elena me ha recordado Pane e tulipani, una deliciosa película de Silvio Soldini. La historia de Rosalba y sus aventuras en Venecia encajan a la perfección en la newsletter de hoy. Si tienes una VPN puedes verla en RaiPlay.
Seguro que tú ya lo sabías, pero yo me he enterado esta semana por mi padre que el conocido Carol of the Bells es una versión del villancico ucraniano Shchedryk. Si tú también quieres entrar en el espíritu navideño, tengo una playlist con villancicos de todo tipo.
Me parece muy bueno el concepto "horizontalidad" . Suscribo las ideas de tu boletín totalmente.